9 de noviembre de 2009

Choque de dos palabras

El eremita enredado en su piel, se mueve, convulsiona, se ahorca.
Al instante la tensión se libera. La piel palpita, espera los contactos.
Se sugestiona, se llena de sentidos ajenos, se trastoca, va y viene.
El eremita, piel sin freno, dulce consuelo cuando el mundo parece agotarse.
La ciudad se parte y los pasos de él, testigo nocturno de la acechanza de los entredichos de las palabras, resuenan en un eco místico que abre senderos por los andenes, el caos, las calles, las otras pieles.

La piel enredada en su eremita, se mueve, convulsiona, se ahorca.
Se duele, recuerda, llama a sus muertos, esos que ayer la tatuaron, esos que hoy están huecos.
La piel, eremita al descubierto, se mira al espejo, se sobresalta, se sacude,
se sorprende.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Porque siempre se tendrá algo por decir... no?