29 de enero de 2010

Re-visando

¿Por qué le da a uno por organizar el pasado cuando ya ni siquiera está aquí? Lo revisa de a pocos, lo reorganiza, lo edita, lo actualiza. Sonríe, refunfuña, suspira, lagrimea. El pasado, apuesta viva de un juego largo que no terminamos.

Palabras prestadas

Gracias Lucía:

" Escribir es más importante que la muerte. Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que brota desde un aislamiento afectivo, pero desde un aislamiento comunicable. Por la palabra nos hacemos libres, libres del momento, de la circunstancia apremiante. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida para siempre... lo escrito es un instrumento para esta ansia incontenible de comunicar, de "publicar" el secreto encontrado"

María Zambrano 1934

Palabra ajenas

El día de ayer, en la sesión del Grupo de lectura y escritura sin nombre, Lucía escribió sobre el choque de dos palabras... tarde y lluvia... he aquí el resultado:

"Podría escribir algo como esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú... lluvia y tarde podrían remitir a espera y tristeza pero... y si lluvia es la risa y la tarde calor...y si lluvia es frescura y la tarde ternura y si lluvia es abrigo y la tarde compañía.. una tarde de lluvia pareciera no estar tan mal..."

12 de enero de 2010

Es-critor

Entonces llega uno a sentirse tan colmado de literatura, que como dice un escritor que estoy leyendo a través de su blog, se hace necesario escribir. Estoy lleno de palabras y de ideas. Toda una tarde sumergido hasta la coronilla en la laguna del lenguaje me tiene excitado. Estuve muy lejos del cuaderno, del computador, de las servilletas, de los recibos de pago, algo en lo cual escribir aunque fuera unas líneas.
Ahora me siento arrobado, como si todas la ideas posibles de ser escritas a raíz de mis viajes por El muno de MIllás, Punto y aparte de Calvino, Geografía de la Novela de Fuentes, Versos satánicos de Rushdie citado por Fuentes (porque el recuerdo de la lectura se actualiza como si de nuevo tuviera la novela entre mis manos), Calvino visitado por Fuentes y las Ciudades invisibles de Calvino, como vengo diciendo, tal como si todo lo que ha devenido en formas, imágenes y palabras durante la inmersión pugnara de manera grosera por salir. Las ideas se agolpan como espectadores al abrir las puertas del estadio, todas quieren salir primero, entrar, pero finalmente ninguna consigue hacerlo a ciencia cierta, se derrumban unas sobre otras, hacen un tapón y el espectáculo es suspendido en medio del temor de la estampida.
El Mundo es un libro maravilloso. Por lo menos, así ha resultado para mi, lleno de provocaciones, de nuevas imágenes, ejercicios literarios que en este momento tengo deseos de conocer, he de leer a Millás en sus novelas, he de visitarlo en las otras habitaciones de su hotel para solitarios.
Igual que Calvino, que en lugar de repetirse cada vez siento que se abre más y más, como si hubiera partido de un firme tronco de sus ideas que constituía un "simple" ensayo y de repente he empezado a encontrar su continuidad, sus ramas, sus vertientes.
Vuelvo a casa. ¿Seré escritor? Mientras elaboro este texto puedo ver-me en el espejo del tocador que hay en la habitación: estoy sentado con las piernas cruzadas, el computador en mis piernas, sobre la cama de mi madre que aún no llega del trabajo. La luz está baja. Mi hermana espera para que veamos una película de horror que me pidió que bajara por internet. En mi cabeza una pregunta insiste: ¿Soy escritor? ¿Escribiré una novela? Mi abuela termina de servir la comida, guardando de una vez el poco que se destina para el día de mañana. El hombre imprudente debe estar finalizando su jornada. ¿Soy escritor? Recuerdo las palabras, los hurras, las motivaciones de quienes me rodean y confían en mi posibilidad de escribir. Quienes han leído y han disfrutado de mis narraciones. ¿Escribiré una novela? Y es que con las lecturas, alimento del escritor, voy redimensionando la novela como objeto de esta postmodernidad y me llevo a preguntar lo que es. La novela como un artificio construido a punta de oficio. Perpetuidad perenne del esfuerzo permanente por escribir una historia que se conecte con las otras historias y la Historia, no sólo la de ahora, sino como lo dice Fuentes hablando de Calvino, con la HIstoria Futura. Conectado con el mañana que aún sin levantarse en el horizonte, toca profetizar.

¿Soy escritor?

¿Escribiré una novela?

¿Y qué me falta?

9 de enero de 2010

Ciudad del sol (edad)

Cuando la soledad, compañera insalvable de los momentos de re-encuentro, me toma de la mano al caminar por las calles de la Ciudad del Sol, le sonrío y hacemos pacto de silencio. La boca cerrada durante tanto tiempo es un alivio, es un lago quieto y oscuro donde mis bichos pueden salir a dar una vuelta y asomarse a mi ojos. Algunas veces clavo mi mirada en la de los otros, en objetos, formas y figuras o en el mar.
Lo fui a saludar hace unos días. No había visitado su playa desde mi llegada a este territorio. Lo extrañaba. Me llamaba. Fui. El frío del viento que peinaba su crin me estremeció. Su inmensidad capturó de nuevo mi atención.
Me acerqué (nos acercamos, soledad y yo) hasta el borde, sin siquiera quitarnos los zapatos. Era demasiado el frío a pesar del sol. En un sitio que creí no sería alcanzado, subió la espuma, lamió la punta de mis zapatos, sintiendo que me dijo "Bienvenido de nuevo". ¿Cómo puede la memoria de sus algas no olvidar a ninguno de sus bañistas, de sus amantes, de sus visitantes? Nosotros lo llevamos con los lametazos que nos deja como heridas en la piel, cicatrices invisibles de sal que por más que nos bañemos dejan su memoria en nosotros.
Mar, siempre bien amado, siempre receptivo.

Palabras prestadas

Gracias, Luisa por hacerme llegar este texto. Lo pongo en este puzzle de mi blog:

"EL ARTE Y EL OFICIO

Quedar convertido en instrumento, en oficio, en tarea. FRANCISCO UMBRAL

El escritor se mira al espejo y piensa que es tinta. Solo así hay salvación: cuando uno es lo que respira, cuando uno es aire y bronquio; garganta y ahogo. Solo así hay vida luminosa. Es necesario convertirse en el esperma y en la piel herida. También en el temblor. Y en el ay desgarrado de los orgasmos. Solo así —siendo el oficio, la tarea— se puede estar presente, salpicar las paredes de hiedra o mancillar la memoria de los nuestros.

El papel, la tinta, los minutos. Dejarse de pamplinas, dejarse del que escucha al otro lado con sus ojos, dejarse de la sonrisa y del aplauso. Quedar convertido en puntos suspensivos para seguir mañana, y el año que viene, y después de muerto. Proclamo a un tiempo la voluntad de ser errata y recompensa. De esta manera ya puedo enunciar que soy a la vez el que escribe y lo escrito. La Bovary c’est moi, mi caudillaje y mi obediencia. Soy el soporte que contiene la voz y la ilusión forjada a la sombra del delirio y de los vinos. Y soy, tal vez, solo esa palabra que llena los pulmones y el orgullo: escritor.

Pero ahora estoy aquí sin otro remedio que confundirme con el oficio y la herramienta. Soy lo hacendoso y la pereza que cruza cada línea escrita, y el texto que duerme en la desidia. Porque yo soy de la misma piel y de la misma uña que el Cantar de los Cantares y del mineral oscuro que acumulan mis entrañas. Carbón y poesía habitan en mí no como espuma, sino como oficio, como horario, como tranco imprescindible en el camino.

Porque en el paso soy el talón y el suelo que lo impulsa. No soy otra cosa que tinta que se vierte, no soy más que este oficio antiguo y solitario. Soy deseo, pero deseo de ser la pluma, y su herida. Porque cuando soy todo eso (el margen, la tinta, la cuartilla, el número que marca el orden de los tiempos y la goma que borra), cuando no hay distancia entre la raíz de mis muelas y lo escrito, siento que merece la pena quedarse aquí, sin prisas, hasta que venga la muerte si se atreve.

De nada sirve la almoneda de palabras, la imposición mercantil de los criterios. Yo soy una tinta que se encoge y expande en un latido. Y aquí estoy para dar fe, con rigor de que solo me siento ser si escribo. Escribo y respiro. Me muevo y agonizo. Solo hay palabra: la palabra como trazo del retrato, el sueño como trazo del orgasmo y la muerte como trazo que da sentido a todos los trazos. Tarea, tarea; oficio, oficio.

Entonces la palabra es yo. Soy, ya lo dije, látigo y espalda, inquisición y herejía. Soy la voz que clama y el socorro. Soy yo, un escritor que grita o que silencia como los besos dulces. La máquina herramienta de mi túnel, de mi puente, y del asfalto pegajoso que hierve a mediodía.

Soy el instrumento, el oficio y la tarea. Lo demás no importa. A mí no me importa."


ALFONSO FERNÁNDEZ BURGOS