31 de octubre de 2009

Mudanza 27

6 de enero de 2009: Reencuentro

Fue un hermoso reencuentro. La espuma bañaba la arena. El sol enaltecido inundaba el aire, la luz de sus rayos se entrelazaba en mis piernas, entre mi pelo y los dedos se enredaban en haces que se dejaban atravesar con mi mirada. La luz de un sol de invierno, sin mucho frío. El mar abría sus olas a mis pies que inquietos intentaban enterrarse entre los granos de arena húmeda. Había olvidado lo hermoso que es el mar, su belleza, su calma, su sonido repetitivo, cuánta vida y sencillez guarda. Me fui internando, el agua fría me puso la piel de gallina, desde mis piernas hasta el cuello los poros se manifestaron, recibiendo de buena gana el agua salada. Al fin, después de 3 años de extrañarte sin saberlo, estaba de nuevo contigo, mar. Y me dijiste bienvenido, sin reservas, sin preocuparte si te había pensado o no, sin si quiera inmutarte en averiguar la razón de mi ausencia. Serías un buen amante – yo sería un buen amante si pudiera ser tan desprendido como tu -, tienes la tranquilidad del que sabe el regreso del que se zambulló en tus aguas, tienes la serenidad del que conoce su encanto con humildad, como algo inevitable, sabes que tu pequeño enigma es insondable y que por más que intentemos descubrirlo, nos esquiva. Como tus olas, es tu mito, va y viene sin poder detenerlo entre nuestros dedos, entre nuestra ciencia. Nos superas en tamaño, en simplicidad, en edad. Mar, agradezco que hayas recibido mis propias tormentas este día, que entre tus aguas hayan quedado mis oleajes de los últimos tiempos, te agradezco mar que hayas escuchado mis quejas no dichas, mis avatares más internos y me hayas dado un poco de tu tranquilidad, que hayas puesto en las playas de mi interior, del borde de mi cueva, esa serenidad tuya, ese misterio de la vida.

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