9 de enero de 2010

Ciudad del sol (edad)

Cuando la soledad, compañera insalvable de los momentos de re-encuentro, me toma de la mano al caminar por las calles de la Ciudad del Sol, le sonrío y hacemos pacto de silencio. La boca cerrada durante tanto tiempo es un alivio, es un lago quieto y oscuro donde mis bichos pueden salir a dar una vuelta y asomarse a mi ojos. Algunas veces clavo mi mirada en la de los otros, en objetos, formas y figuras o en el mar.
Lo fui a saludar hace unos días. No había visitado su playa desde mi llegada a este territorio. Lo extrañaba. Me llamaba. Fui. El frío del viento que peinaba su crin me estremeció. Su inmensidad capturó de nuevo mi atención.
Me acerqué (nos acercamos, soledad y yo) hasta el borde, sin siquiera quitarnos los zapatos. Era demasiado el frío a pesar del sol. En un sitio que creí no sería alcanzado, subió la espuma, lamió la punta de mis zapatos, sintiendo que me dijo "Bienvenido de nuevo". ¿Cómo puede la memoria de sus algas no olvidar a ninguno de sus bañistas, de sus amantes, de sus visitantes? Nosotros lo llevamos con los lametazos que nos deja como heridas en la piel, cicatrices invisibles de sal que por más que nos bañemos dejan su memoria en nosotros.
Mar, siempre bien amado, siempre receptivo.

2 comentarios:

  1. Yo no me siento bienvenido sabes? siento que soy él... es muy fuerte no poder pertenecerle por completo, el mar y yo ocultamos maravillas y peligros que sólo Dios y los valientes conocen; hace meses no me re-encuentro con él, pero ando con mi soledad a flor de piel, temporales me lleva acompañando... quisiera estar junto a lo que realmente logra entenderme... El mar! salúdalo de mi parte y dile que no se olvide de su hijo que en un futuro y como alfonsina caminará hasta su profundo suelo...

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  2. hola, gracias ... estas palabras se convirtieron en imagenes / recuerdos....
    Habia olvidado que estaban alli!

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Porque siempre se tendrá algo por decir... no?