23 de diciembre de 2010

¡Los primeros tres días en pocas palabras!

Tres en uno:

I

Salgo ansioso por la puerta del aeropuerto después de tener un revisión de aduana a profundidad (resultad: No encontraron más que unos manjar blanco que sorprenden al que requisa). Muchos rostros, una mujer con unos globos en forma de corazón, gente igual de ansiosa por el reencuentro con sus seres queridos. Busco rápidamente la cara de mi hermana, la de mi mamá, hasta la de mi abuela.... No, no están, carajo, otra vez que me quedo con la emoción en un suspiro, otra vez observo la realidad del ahora, las cosas no son como antes. Saco unas monedas, marco al celular de mi madre, no contesta. 15 minutos después, tres llamadas hechas, contesta. Aún vienen en el bus. He de esperar. Está bien, ahora las cosas son distintas. Todo cambia.

II

Es la noche del último solsticio del año, el de invierno. Coincide con una noche de luna llena muy especial, despejada. El baño de la luz de la luna inunda la calle, los cuerpos, cubre un manto plata todo. Le he propuesto más temprano a mi madre hacer una meditación en casa, ella sugiere la playa. Por qué no?, me pregunta. Claro, pienso yo, si es en la playa, es en la playa! La única que no va es mi hermana. Asistimos mi abuela, mi madre y yo a un encuentro con el momento.
La parte trasera de un hotel es nuestro lugar. La oscuridad asiste al encuentro, sin embargo la luz refulgeante de la luna nos ilumina. Llevo dos velas blancas que enciendo en la mitad del triángulo que formamos los tres, ellas sentadas en una de esas bancas de bronceo típicas de playa o piscina y yo en la arena. El mar se mueve, ondea, y en su oscuridad unos brillos color plata brincan aquí y allá en la punta de las olas. Parece una lluvia plateada, como si las estrellas estuvieran en el mar, como si el cielo se invirtiera. Cerramos los ojos. Meditamos. Nos liberamos de muchas cargas. Al abrir los ojos mi abuela dice que le pareció ver el cielo en el medio de las velas que descansan en la arena. A mi me pareció que los tres estábamos en el cielo en ese momento de tanta belleza.

III

Salimos de compras. Mi hermana, rizos creativos, no tiene sino un par de prendas de vestir y un solo par de zapatos. No es sólo que crece más rápido que lo que compra las cosas, sino que está en medio del marasmo de la transición adolescente. Ya no es una niña, tampoco una joven, ya no le gustan las mariposas en las blusas, ya no le gustan los colores rosados y azules claros, ya no quiere el mismo tipo de blusa, ya no le gustan las blusasssssss.... por ella se compraba camisas de hombre pero sus padres la llaman al orden. Jajaja. Menos mal no me ha preguntado a mi.
Salimos como dije, tres horas de viaje en un bus hasta llegar al centro comercial deseado: Dolphin Mall. La actitud de "mamera", la pereza, lo desobligante de la actitud, el aburrimiento consigo misma que se extiende hasta nosotros, que con un intento de paciencia absoluta aguantamos el momento. Hasta que la cosa estalla, yo me suelto del drama, mi mamá la manda al carajo y ella reacciona. Su actitud mejora. La adolescencia divino tesoro, pienso de manera sarcástica. Hablo con lapaulisloveyou, una chica, alguien que nos dé una pista: "tal vez no quiere comprar la ropa con su mamá y su hermano, tal vez lo que quiere es hacerlo sola o con amigas de su edad, es que ya uno a esa edad no quiere a la mamá ahí"; levanto la mirada, mi madre dentro del vestier. ¡Qué invasión! Comprendo, se lo digo a mi madre. Ayyy, bendita seas lapaulisloveyou.

1 comentario:

  1. Como siempre eremita, me transportas a un espacio que no conozco, inclusive con el temor de ser una intrusa en tu pasar por la vida.
    Como siempre, tus palabras son claras, y es como si estuviera ahí contigo....
    :D

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Porque siempre se tendrá algo por decir... no?