30 de octubre de 2009

Mudanzas 1

El 7 de abril de 2008: El derrumbe

Hoy se enreda en mis pensamientos una imagen. Corresponde con mi situación actual de una manera poco grata para mí. Quisiera ignorarla e incluso estuve pensando otras imágenes que representaran lo que siento, sin embargo esa insistió y me veo estrictamente obligado a dar cuenta de ella… por ejercicio, por experimento… ssshhhh… por exorcismo.

La yenga. Serie de fichas de madera con dos o tres colores diferentes y volumen: ancho y alto de igual longitud, largo con más igual longitud, largo con más centímetros. Una sobre otra, cual ladrillos, se van acomodando en orden ascendente, tres por nivel y del mismo color, el siguiente en sentido contrario al que le precede: donde hubo tres anchos ahora queda un largo y donde hubo un largo quedan ahora tres anchos, que corresponden estrictamente con la sumatoria de las longitudes. Una vez instaladas las fichas se empieza el juego. Por turnos cada persona va sacando una ficha, evitando que la torre levantada se venga a suelo. Lentamente las bases empiezan a quedar más vulnerables, sostenidas en el equilibrio de una sola arista o en la firmeza de dos fichas que son ilusión, con su vacío entre ellas, estructura. Bien sabemos que el equilibrio de la estructura no consiste en su solidez inmutable sino en la creación del vacío sostenible.

Bien, un movimiento en falso, una fuerza mal calculada, una brisa imprevista, la torpeza de otro, un accidente cualquiera, un andar por las nubes, un delicado despiste, puede costar toda la torre. Y una vez la misma pierde equilibrio, una vez se balancea en el espacio, justo antes de estrellarse contra la superficie, alcanzas a decir: Esto se vino abajo, es inevitable. Es un segundo inevitable y largo, duradero, en que aún ni siquiera el grito se inaugura pero la sensación de vértigo se instala. Y entonces se estrellan las fichas estrepitosamente contra la mesa, o el suelo, o la alfombra, o lo que sea que soporta todo y el reguero de fichas es ineludible. Y alcanzas a sentir la pequeña muerte, el fin del juego, adiós, e inmediatamente surge el deseo de una nueva partida y vas tomando una a una las fichas, clasificándolas por colores, levantando nivel por nivel, preparándote para un nuevo intento de equilibrio…

He ahí la imagen. En qué punto estoy. Esta tarde me sentí frente al reguero de fichas que esperan ser clasificadas. Ahí frente a los diferentes colores pienso y espero… sin embargo mis manos ya van haciendo lo que les corresponde, mueven fichas, acomodan, aunque no salgo del asombro de haber visto la torre venirse abajo ante mis ojos.

P.D: ¿Y quién o quiénes o qué ganó (ganaron) la partida?

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