8 de octubre de 2009

Otro o el mismo

El eremita me increpa:
- Mirate al espejo, mirate atentamente. ¿Ves algo distinto?
Me observo detenidamente. Las honduras de mi rostro hablan de un par de años que aún no se integran plenamente a los anteriores. Disimulo:
- NO, soy el mismo.
- Mentiroso, sos mentiroso y lo sabés. No te lo podés negar... bueno, podés pero no lo creés.
- De verdad, eremita. Soy el mismo. Me encanta el cine, la literatura, la psicología clínica, el viento, reirme...
- Callate. No seas falso. Vos sabés de que te hablo. No sos el mismo. Hay cosas en las que ya no sabés si crees o no.
- Callate vos, qué sabes de mi. Estás ahí, siempre atento de mis movimientos, para mostrarme cosas que nadie te ha pedido que señalés...
- Como que nadie. Vos. Vos te hacés el ciego y a mi me toca decirte que ves muy bien. Te hacés el sordo y me toca recordarte que escuchaste cada palabra. Te hacés el que no comprende y me toca exigirte que no negués lo que sabés.
Cierro los ojos. Sé que tiene razón. Los abro y lo miro a los ojos, mis ojos:
- No sé de qué hablas.
Me giro y prendo el televisor. Algún programa lo alejará algunos minutos de mi.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Porque siempre se tendrá algo por decir... no?