30 de octubre de 2009

Mudanzas

El 6 de abril de 2008: Y entonces, mientras el atardecer...

Y entonces, mientras el atardecer de Bogotá lame las aristas de los edificios que quedan teñidos de amarillo, rosado, púrpura o cualquiera de los colores crepusculares, uno mismo se pregunta de nuevo por el amor. Por su significado, su experiencia, su vitalidad. El amor ese capaz de provocar la maravillosa y confortable sensación de levedad – gracias, Kundera, aún me atraviesas – y la aplastante e incómoda sensación de densidad – este es el caso - . Entonces se conversa sin querer con uno mismo:

- Lo extraño, es inevitable – dice uno mismo.

- Ya pasará. Hemos estado antes en estas. Tu, triste, desbaratando ilusiones tejidas de tiempo y caricias y yo acompañándote, acariciando tu cabello, abrazándote fuerte – dice el eremita – ya hemos pasado por otras y has podido, siempre puedes.

- Esta vez es diferente. Me siento diferente. Con otra mirada. La misma Danae me lo dijo, refiriéndose al emperador de Fianot, y yo recordé otros ejemplos.

- Si, si, tu siempre con tus ejemplos – el eremita soltó la cabeza de uno mismo y se sonrió – siempre tienes ejemplos para todo. No importa, uno mismo, no importa, estás solo de nuevo y como nunca.

- Eso es cierto, como nunca. Estoy triste y tranquilo, hay una paradoja que se agita en mí. Es como dices, saber que se pasará, que además se tiene la certeza de haber sido la mejor decisión. Lo viste como yo, ¿verdad? – uno mismo tomó la mano del eremita y la puso de nuevo entre su cabello.

- Si, lo vi como tu. Lo vi bailando con el venezolano. Se veía contento. Fue la mejor decisión estoy de acuerdo contigo y sabes que es así no sólo por el amor, sino por otras cosas que tu y yo estamos resolviendo. Ya sabes, mañana de nuevo la oficina te espera y estamos por negociar con ese lugar. Hemos de encontrar la forma, sino seguiremos discutiendo en las noches.

- Si, lo sé. Sé que lo único que me ocupa en este momento no es el amor, pero la tristeza, esta nostalgia de pedacitos se introduce en la cotidianidad y se toma sus momentos. Inevitable.

- Como cuando yo te arrobo y nos llevo, tal como lo hice ayer, a leer con un café. La nostalgia, el dolor, la tristeza, la felicidad, el amor, la vida, uno mismo, la vida es así.

- Si, así es. No hago más que constatarlo…

Y en un profundo abrazo, cierran los ojos, tratando de descifrar el mañana. Juego inútil que ambos conocen de hace muchos años.

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Porque siempre se tendrá algo por decir... no?