31 de octubre de 2009

Mudanzas 12

20 de Abril de 2008: La campana

Anoche sonó la campana. Un cimbronazo fuerte, contundente, el golpe de un mazo en la cabeza, el aturdimiento, la incomodidad, la reacción. No puede tenerse esa revelación y pasar incólume.

Llevo días, como este blog lo atestigua, cuestionándome en varios aspectos. Es como una revisión forzosa, y paradójicamente voluntaria, de mi vida, de mis días. Entre los temas más fuertes está mi rol actual a nivel laboral, profesional, mis jornadas de gerencia, mis labores de capacitador, mi mente abierta al apre(h)endizaje de lo organizacional . Esta inmersión en las profundas aguas de lo empresarial me ha devanado el seso en el lugar que ha cobrado mi profesión: la psicología. Días han pasado sin que tome un libro al respecto y cada que me los topo en el camino, la boca se ensaliva más de lo normal, sin remedio, como la revelación de mi deseo. Mi deseo está puesto en mi servicio como psicólogo, en la escucha, la comprensión, el cuestionamiento y el ofrecimiento de valores para la consciencia, y es en el momento en que lo dejo de lado, que la insatisfacción sobreviene.

El viernes tuve una capacitación, un grupo de mujeres de un contact center de un periódico importante a nivel nacional cuyo tema principal es el mundo económico y empresarial. Son mujeres que requerían, según solicitud expresa de su jefe, fortalecerse en las habilidades del mercadeo, en el cierre con el cliente, en la indagación de razones y la argumentación de producto. Se diseñó para ellos un aspecto de proyecto de vida, orientado a la sensibilización al cambio, a la flexibilidad frente a esa posibilidad. En la noche, justo antes de caer en mi sueño, después de haber llevado a cabo el taller, me sentía sumamente insatisfecho, sentía que no había hecho bien mi trabajo y que no conseguí llevarlas donde lo deseaba.

El día de ayer, quizá producto del cansancio, de los nervios del reto de hoy y de los pensamientos que me venían rondando, sobrevino un lapsus mientras recogía los materiales del seminario que tenía que llevar a cabo. Había estado hablando con la chica H. sobre mis elucubraciones, mis inquietudes, ella pacientemente me había escuchado y dado ánimo, “A vos te sale bien, no te preocupes”, me dijo – que linda mujer -. Después, cuando metía la maleta en el automóvil de mi jefe, ella me preguntó de donde había surgido una idea de cierta actividad que se haría en el seminario y la respuesta mía fue:

- La idea fue mía. Yo solía hacer eso con la gente cuando ERA psicólogo.

ERA, repiqueteaba la campana, ERA, me cimbraba la cabeza, ERA, me aturdía un aullido interno, ERA, las lágrimas internas se derramaban, ERA, lo había llegado a decir. Y me quedé en silencio. Llegué a mi casa, terminé la presentación, llegó Lucía y me preguntó por mí, le contesté que no quería hablar de mí. Necesitaba el silencio. Ella me narró sus aconteceres en la celebración del cumpleaños de su sobrina Ana, yo escuché. Una vez terminé todo, me cepillé, me acosté y caí profundamente dormido.

Esta mañana me levanté sumamente temprano. La campana había sonado. Llegamos al hotel donde sería el seminario. La campana había sonado. Acomodé los materiales y los equipos. La campana había sonado. Empezaron a llegar los participantes. La campana había sonado. Fui al baño justo antes de empezar y frente al espejo, me miré profundo a los ojos mientras me decía: “A. la campana ha sonado. Es hora de hacerla sonar con tus propias manos”. Y entonces ingresé en el salón, tomé mi energía, mi saber, mi experiencia, mi posición de vida y ofrecí uno de los mejores trabajos que he hecho hasta el momento. Hice sonar fuerte la campana, transformé su sonido sardónico en una vibración que inundó de bienestar mi espíritu y el de los que ahí estaban, y en medio de esa comunión me sentí renacer, sentí que Soy de nuevo, que tengo la posibilidad de reinventarme.

Y ahora que la campana no sonó a secas, sino que la toqué, me dispondré a re-tomarme, a re-valuar y darle su lugar a aquello que hace parte fundamental de mi DESEO, ese quien soy aquí, allá o acullá.

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